Luis Vega, reconocido Makeup artistry salvadoreño y mentor de nuevas generaciones, es una figura clave en el desarrollo visual del programa Yo me llamo.
Desde niño supo que tenía un don: dibujaba, trazaba sobre revistas y maquillaba a figuras impresas, hasta que finalmente encontró su vocación entre brochas y sombras. “Siempre supe que tenía el talento… siento que es algo para lo que nací, maquillar y embellecer”, confiesa.
Su primera formación la recibió de René Posada, un ícono del estilismo en el país. De pequeño, al acompañar a su madre al salón, se armó de valor y pidió aprender. Así, entre clases vespertinas y tareas escolares, descubrió su verdadera pasión.
“Él fue mi primer mentor. Me dio seis clases, porque en ese entonces no existía una academia de maquillaje. Desde entonces, ha sido mi primer maestro. Me dio la patadita inicial y, lo más importante, me apoyó y creyó en mí junto con mi madre”, recuerda con cariño.
Luis Vega en la tercera temporada de Yo me llamo
Uno de los principios que ha defendido durante esta temporada es el respeto hacia el artista. “Lo que más me interesó de este proyecto fue evitar que una caracterización se convirtiera en una burla homofóbica. Quisimos hacer algo digno. No nos estamos mofando de un artista, lo estamos interpretando”, afirma.
Detrás del escenario, Luis no trabajó solo. Lideró un equipo conformado inicialmente por seis personas, que se redujo a cuatro conforme disminuyó la cantidad de participantes. “Mis colaboradores son exalumnos que ahora se están desarrollando en este mundo. Sin ellos, nada sería posible”, destaca.
Luis fue responsable del maquillaje de Luciana Sandoval, Henry Urbina, los imitadores y el jurado. Supervisaba, intervenía cuando era necesario y se aseguraba de que cada detalle estuviera en armonía con la interpretación. “No podía descuidarme. Terminaba con Luciana, me iba con Henry y si tocaba reforzar una caracterización, como la de Chayanne en la gala 11, ahí estaba yo”, comenta.
Retos y transformaciones
La caracterización no fue sencilla, ya que implicó recrear estilos de otras décadas y enfrentar prejuicios visuales. “Con Marisela tuvimos que viajar a los años 80. Hoy en día, ese maquillaje puede parecer recargado, pero en su época era tendencia. Con Ana Bárbara, afinamos facciones. Con Luis Miguel, incluso pintamos dientes para recrear el diastema que tenía en los 90”, relata.
Cada gala exigía transportar a los personajes a momentos clave de sus carreras. En ese proceso, el arte del maquillaje y la interpretación jugaban un papel fundamental. Por eso, lo que más disfrutó fue no transformar por completo al participante, sino hacer ajustes sutiles, acentos específicos que marcaban la diferencia y conectaban con el artista que se iba a interpretar.
Luis Vega agradeció la oportunidad de formar parte del proyecto: “Agradezco a Telecorporación Salvadoreña por esta experiencia. Me encantó, amo esta producción y estoy muy feliz y satisfecho, porque la televisión es magia, y eso a mí me fascina.”