La Cámara de Representantes aprobó en Washington un proyecto de ley para cambiar oficialmente el nombre «Golfo de México» por el de «Golfo de América» en Estados Unidos.
El pasado 20 de enero, en el primer día de su segundo mandato, el presidente Donald Trump firmó un decreto que cambió el nombre del «Golfo de México» por «Golfo de América» en el país.
Los principales grupos tecnológicos estadounidenses, como Google y Apple, decidieron cambiar el nombre en sus mapas para los usuarios estadounidenses.
La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, respondió irónicamente a Trump sugiriendo llamar a Estados Unidos «América Mexicana», basándose en mapas del siglo XVII, cuando gran parte del actual territorio occidental estadounidense pertenecía a México.
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Proyecto de ley para renombrar el Golfo de México
El proyecto de ley, impulsado por la congresista Marjorie Taylor Greene, una de las fieles partidarias de Trump, quiere impedir, o al menos complicar, que en el futuro la decisión se pueda revocar.
Un futuro presidente demócrata podría cancelar el decreto republicano de un plumazo. Una ley, por el contrario, solo puede abolirse mediante un nuevo proceso legislativo.
La aprobación del proyecto es en gran medida simbólica porque otros países no tienen obligación de utilizar el nuevo nombre y es poco probable que se valide en el Senado, donde necesita votos demócratas.
El texto se aprobó con 211 votos contra 206, incluido el del congresista republicano Don Bacon, a quien le parece «infantil» el cambio, según declaró a CNN.
«Somos los Estados Unidos de América. No somos la Alemania del Kaiser Wilhelm ni la Francia de Napoleón», dijo.
El cambio de nombre costaría al gobierno federal menos de $500,000 en cinco años para actualizar documentos y mapas, según la Oficina Presupuestaria del Congreso.
Los colegios, bibliotecas y otras organizaciones públicas correrían con los gastos de actualizar sus propios materiales.
El líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, había pedido que votaran en contra por considerarla una ley «ridícula».