Es muy popular una frase que dice que los salvadoreños vendemos hasta las piedras, pues este dicho se hace realidad con la historia de un joven originario del distrito de Colón, en La Libertad Oeste, quien encontró en las piedras del río Shuita la oportunidad perfecta para iniciar su negocio.
Esta es la historia de Rodrigo Hernández, un joven emprendedor con una visión única, ha logrado transformar una de las formas más simples de la naturaleza en una pieza artística funcional: las rocas. Para muchos, las piedras son un simple elemento del paisaje, pero para él, cada una de ellas tiene un potencial oculto. Es así como desde hace un año, decidió iniciar su idea creando lavamanos a partir de rocas.
Pero, para echar a andar su proyecto, él establece algunos requisitos que las rocas deben poseer:
«Se trata de cumplir ciertos requisitos, entre ellos dimensiones, colores, tipos de mineral, porque aunque parezca loco, pero entre piedras hay unas más duras que otras, entonces hay unas que son más dóciles para poder hacer el tallado y otros que son un poquito más tedioso o más largo el proceso».
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¿Cuál es el proceso para que las piedras se conviertan en lavamanos?
En su taller, el proceso comienza con la limpieza de cada roca, quitándole el exceso de tierra. Luego, con una herramienta eléctrica, Rodrigo y su compañero, Luis empiezan a tallar el centro de la piedra dándole la forma de un lavamanos.
«Comenzamos el proceso del tallado… El tallado es el vaciado de la piedra, tratando de sacar la forma del lavamanos. Yo a veces me encargo del proceso del pulido que se hace con máquina, se trabaja también con medidas de seguridad, se ocupa mascarilla, lentes, ropa de trabajo especial para que no haya ningún accidente. Se trabaja con diferentes tipos de lijas, desde la más áspera hasta la más fina para dejar un acabado sólido y bonito», señaló Luis Grande.
Con orgullo, la mamá de Rodrigo admira su trabajo y le ayuda en lo que puede, como ir al río a seleccionar las rocas, pintarlas, ponerles brillo, barrer el polvo que queda tras tallarlas.
«Me siento muy satisfecha, muy contenta de ver la iniciativa de mi niño, de mi hijo, pues es la manera como él aporta al bolsillo», expresó Bety Galán.
Tras largas horas de trabajo, se logra un resultado muy llamativo, ya que cada lavamanos es diferente, algunos conservan su forma irregular, otros tienen bordes más definidos, pero todos son una obra de arte natural.
Con este emprendimiento queda claro que si hay algo que sobre en El Salvador es la creatividad, pues hasta las piedras cuentan una historia de esfuerzo, dedicación y, sobre todo, talento.