Conmoción. Eso es lo que se vive en una favela del norte de la metrópoli brasileña, donde este miércoles fueron colocados más de 50 cuerpos alineados en una plaza cercana a una de las principales vías del Complejo de Penha en Río de Janeiro.
Ese fue uno de los escenarios de la operación policial más sangrienta en la historia de la ciudad contra el narcotráfico, que movilizó a 2,500 agentes.
«Creo que todo el mundo tiene que concordar, ya sea que conozca la realidad de la favela o no, que 100 personas ejecutadas, muchas de ellos con tiros en la nuca, con tiros en la espalda, eso jamás puede ser considerado seguridad pública», expresó Raull Santiago, habitante y activista del lugar.
El martes se registraron escenas de guerra: hubo tiroteos, incendios y enfrentamientos entre las fuerzas del orden y criminales, que según las autoridades usaron autobuses como barricadas y drones para lanzar «bombas».
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El operativo tenía como objetivo debilitar el Comando Vermelho, el principal grupo criminal de Río que opera en las favelas, barrios populares con alta densidad de población.
La defensoría pública del estado de Río de Janeiro, un órgano que ofrece asistencia jurídica a los más desfavorecidos, cifró el miércoles en 132 el número de muertos.
El megaoperativo provocó el caos en la ciudad: las escuelas suspendieron clases, el transporte público colapsó y miles de habitantes quedaron atrapados sin poder regresar a sus casas.
Organismos internacionales y organizaciones civiles condenaron la operación, denunciando que la acción pone a la ciudad «en un estado de terror».









