El estrés no es exclusivo de los adultos. También alcanza a los niños cuando atraviesan cambios educativos, familiares o sociales. La psicóloga clínica Rebeca Orellana explica que incluso situaciones cotidianas pueden detonar este problema.
“El sacarte siempre buenas notas, el tener problemas con papá o con mamá, el que ellos se separen, que tengas conflictos con tus compañeros, que seas víctima de bullying, que te cambies de casa o pierdas a un amigo cercano, puede hacer que como niño te sientas estresado”.
Los especialistas advierten que, si no se atiende, el estrés infantil puede derivar en consecuencias físicas y emocionales. Orellana detalla: “puede afectar la concentración, la memoria y el aprendizaje. Los niños pueden perder el apetito o comer en exceso, sentirse ansiosos, dormir demasiado o tener insomnio, presentar miedos nocturnos, dolores de cabeza o de estómago”.
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Estrategias para prevenir y reducir el estrés infantil
Los expertos coinciden en que mantener rutinas estables, compartir tiempo de calidad en familia y validar las emociones de los menores son pasos esenciales.
Karla Contreras, madre de familia, cuenta cómo lo maneja en casa: “yo me pongo a jugar con mi hija o busco métodos para que se distraiga, como aprender a armar juegos o colorear libros”.
Patricia Contreras reconoce que identifica con claridad las señales en su hija: “sé cuándo tiene estrés porque cambia su forma de ser, se enoja, quiere salir y dice que está aburrida”.
Las voces de estas madres coinciden con la recomendación de los especialistas: observar y escuchar a los hijos es clave para brindarles apoyo. El acompañamiento emocional favorece un desarrollo sano en la niñez y previene complicaciones futuras.
El estrés infantil no debe minimizarse. Reconocer sus señales, comprender sus causas y actuar de manera oportuna permite que los niños crezcan en un entorno más saludable y seguro.









