El Castillo de Windsor volvió a deslumbrar con su esplendor. La noche del 17 de septiembre, el rey Carlos III y la reina Camila ofrecieron a Donald Trump y a su esposa Melania, un banquete de Estado. El evento requirió seis meses de preparación. El escenario fue el majestuoso Salón de San Jorge, con techos góticos y 55 metros de largo. Allí se dispuso una mesa de casi 43 metros de extensión que reunió a 160 invitados. Entre los presentes destacaron empresarios de renombre como Tim Cook y Rupert Murdoch.

Foto: Cortesía.
Cada detalle fue preparado con precisión: cubiertos alineados a 45 centímetros exactos, servilletas dobladas en forma de bonete y centros florales revisados personalmente por los reyes. Un ejército de 70 personas, coordinadas con un sistema de luces, garantizó que los 19 puestos de servicio funcionaran como engranaje perfecto.

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El menú, escrito en francés, rindió homenaje a los sabores británicos. Incluyó panna cotta de berros, pollo orgánico de Norfolk y un postre helado de vainilla con frambuesa. Para acompañar, se descorcharon etiquetas de colección: champán Pol Roger de 1998, Oporto Vintage de 1945 y un coñac Hennessy de 1912. Lo que sorprendió fue que, como Trump no bebe alcohol, se le diseñó un cóctel sin licor en su honor, preparado con mermelada cítrica y espuma de nuez pecana.

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Pero el menú no fue lo único que capturó miradas. Kate Middleton apareció con la tiara Lover’s Knot, favorita de Diana de Gales; Camila eligió la Belgian Sapphire; y Melania lució un vestido amarillo de Carolina Herrera. En total, cuatro tiaras históricas brillaron bajo la luz de los candelabros de plata, convirtiendo la cena en una pasarela de joyas reales.









