La Palma, Chalatenango, El Salvador – Entre montañas y cielos despejados se alza el imponente Peñón de Cayaguanca, una formación rocosa que no solo es atractivo turístico, sino también un símbolo cargado de misterio y leyenda.
Según la tradición oral, este lugar fue testigo de un pacto de amistad entre los pueblos lenca y chortí, quienes se reunieron en lo alto del peñón para sellar su alianza. Desde entonces, Cayaguanca se convirtió en un sitio sagrado, vinculado a la espiritualidad y a la memoria ancestral.
Sin embargo, la leyenda va más allá de la historia indígena. Pobladores de La Palma aseguran que en noches de luna llena, alrededor del peñón se escuchan cantos extraños, como coros que provienen del viento o del interior de la roca. Otros afirman haber visto luces que aparecen y desaparecen misteriosamente, interpretadas como espíritus de guerreros que aún custodian el lugar.
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El nombre «Cayaguanca», de origen náhuatl, significa «Roca de donde se ve el valle». Y es que desde su cima se aprecia un paisaje que mezcla belleza natural con un aire sobrenatural. Quienes lo visitan aseguran sentir una energía especial, como si la montaña transmitiera fuerza y sabiduría.
El peñón se ha convertido en parte de la identidad cultural de Chalatenango, inspirando festivales, música y relatos que fortalecen el orgullo de sus habitantes. Más allá de su majestuosidad, la leyenda que lo envuelve recuerda la conexión entre la naturaleza y la espiritualidad, un vínculo que sigue vivo en el corazón de los salvadoreños.
El Peñón de Cayaguanca no solo es un monumento natural: es un guardián de voces ancestrales que aún resuenan en las montañas del norte de El Salvador.









